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Delegar: un acto de amor

¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿A quién?… Delegar parece ser una acción que a muchos/as líderes nos quita el sueño o la templanza en más de una ocasión. En esta nota nos alejamos de las teorías de la delegación que tanto nos ayudan y te mostramos esta acción desde otro ángulo: la pensaremos como un acto de amor.

Aunque suene muy romántico, el concepto es simple. Amor no solo es el de pareja, es también el deseo de cuidar, de ver bien y de ayudar a quienes nos rodean y eso incluye a nuestro equipo de trabajo. Por eso, sostenemos que delegar es  un acto de amor.

Pero… ¿amor hacia quién? Primero que nada, hacia vos mismo/a.

Así como en la vida, primero debemos querernos a nosotros/as para poder, luego, abrazar a las otras personas. La delegación empieza con amor propio, en tanto que, cuando no lo hacemos, caemos en la sobrecarga operativa y la paulatina desmejora motivacional, física y hasta emocional y psicológica. La verdad es que nadie nos pagará nunca por hacer toooodo eso que muchas veces nos cargamos en las espaldas y esperar que un salario cumpla con dichas expectativas es idílico. Además, ningún valor monetario vale que “dejemos la vida” haciendo nuestro trabajo. Recordemos que, aunque cueste admitirlo, todos/as somos prescindibles. Entonces, delegar es un acto de amor hacia vos mismo/a, es un cuidarte, medirte, preservarte y darle al trabajo el tiempo y espacio que merece, ni más ni menos que ese… y eso es muy sano.

Por otro lado, delegar es un acto de amor hacia nuestro colaborador/a porque, al asignarle nuevas tareas, le estamos abriendo la puerta a aprendizajes que le posibilitarán seguir creciendo y desarrollándose. No por nada hablamos de “inversión” cuando hablamos del tiempo que le dedicamos a que un/a colaborador/a aprenda una nueva tarea o herramienta.

Tal vez la excusa más escuchada para NO delegar sea la de la falta de tiempo para enseñar. Sí, claro, vos lo hacés hoy más rápido y te llevará el doble de tiempo enseñarlo, tal vez más. Sin embargo, pensar eso como una “perdida” es un error. Es una inversión que generará frutos en un corto o mediano plazo. Invertir en el otro generará un valor agregado en nosotros – en primer lugar – y en quien aprende y potencia su expertise.

Otra excusa muy escuchada es que tus colaboradores/as aún no están listos. La respuesta es obvia: claro que no, no has hecho la inversión. No podemos delegar pensando en el presente, sino como una proyección de lo que deseamos obtener. En ese sentido, el análisis de las tareas y el buen conocimiento de las habilidades y motivaciones de tu equipo es central.

En síntesis, delegamos porque queremos estar bien nosotros/as, porque nos sabemos acotados/as y asumimos y respetamos nuestros propios límites. Además, porque, afortunadamente al cuidarnos a nosotros/as estamos colaborando con el desarrollo, la potenciación y el crecimiento de nuestros/as colaboradores/as y eso es lisa y llanamente: hermoso. Así pues, no sé cómo llaman ustedes a todo esto… pero, para nosotros, esto se semeja mucho al amor.

Lic. y Coach Karen Strauss

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