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El grito del silencio: el poder de las conversaciones que no tenemos

Las conversaciones que tenemos determinan la calidad de las relaciones. Este es un axioma básico que debemos aprehender para pensar en cualquier tipo de relación y, obviamente, en una organización.

Pero, ¿qué quiere decir este principio propuesto por Rafael Echeverría? Básicamente, que somos el resultado de las conversaciones que tenemos y de las que no tenemos. Por eso, si queremos trabajar sobre la cultura de una empresa, sobre los vínculos, los resultados, el compromiso, la rotación o cualquier otro punto de dolor que una organización pueda tener, debemos trabajar directamente en lo que se conversa: con quién/es, de qué, dónde, cómo y, aún más importante, para qué.

Si existe algo que cualquiera que haya trabajado en una organización sabe es que, si hay algo que influye de manera determinante en una empresa es lo no dicho, las no conversaciones. El acto de no decir hacía afuera, el silencio, lo no dicho, la apatía y/o la insana resignación son venenos que corren las entrañas de una empresa, difíciles de frenar.

Lo que callamos, nos enferma. Lo que no hablamos, nos daña y daña a nuestros equipos. Lo no dicho, es el principio del fin de una empresa… si no se hace nada al respecto.

Se calla por miedo, se calla por desgano, se calla por falta de escucha activa y significativa, por falta de respuestas, se calla porque te callaron o porque te sacaron la voz, por falta de confianza en uno o en el otro, por apatía, por desgano. Lo no dicho, lo silenciado siempre encuentra por dónde salir:  en ausentismo, rotaciones, radio pasillo, redes sociales, gestos, enfermedades laborales… Y lo peor de todo es que ese idioma, el de la manifestación de lo no dicho, normalmente, es poco leído o mal interpretado como falta de compromiso, situaciones contextuales o “empleados de cristal”.

Cuando se calla, se clausura la posibilidad del diálogo, del ida y vuelta, de la explicación (racional o no), de la empatía. Nos aislamos y dejamos de buscar lo que hace que una empresa crezca: el relacionamiento productivo de sus miembros, la sinergia.

Empecemos por no motivar esta acción. Llamemos a la palabra, al diálogo productivo. Enseñemos a canalizar los reclamos, a buscar soluciones y a aceptar cuando algo no se puede con sana paz y no con resignación. Motivemos (demos motivos) para que se quiera hablar, para que lo que se habla interiormente (porque ese diálogo siempre existe) se vuelque hacía un entorno receptivo y abierto.

Si no le damos el lugar a esas conversaciones, lo único que les puedo asegurar es que perderemos muchísimo tiempo hablando y conversando sobre emergentes que van a estar solapando la verdadera enfermedad que, poco a poco, corroerá todo y, cuando nos podamos dar cuenta, ya no va a haber nada sobre lo cual conversar.

Lic. y Coach Karen Strauss

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