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Encuentro generacional: el espejo que todo lo aumenta

En algún momento, no sé exactamente en cuál, los que antes éramos “los chicos y chicas”, “los colaboradores” pasamos a estar cada vez más cerca de los 40 y a ser los jefes y jefas, los/as líderes.
No me pregunten en qué chasqueo de dedos pasó esto, pero los/as que veníamos a revolucionar el mundo del trabajo nos hemos vuelto lo que nunca pensamos que seríamos… los que critican a los y las jóvenes que trabajan junto a nosotros/as.

Instalamos la idea de que el trabajo no es todo en la vida, buscamos equilibrio entre la vida personal y laboral, si teníamos tres semanas de vacaciones saltábamos en una pata… Exigimos tener café y/o mate; pedimos feedbacks más certeros; si no teníamos líderes que nos inspiraran, nos desmotivábamos y nos íbamos. Nuestros antecesores cuestionaban nuestro compromiso… ¡Cuántas veces nos han hablado de ello! Nos acusaban de vagos/as por irnos en horario y no podían entender que cambiaramos tanto de trabajo o que priorizáramos un emprendimiento personal a un trabajo “seguro”.
Pero algo pasó y ahora estamos del otro lado y nos encontramos ante “los nuevos jóvenes” (pues aún nos sentimos jóvenes nosotros/as) criticando y/o tratando de entender, pero sin lograr hacerlo realmente. ¿Qué nos desafía de ellos/as?

Mucho, si no todo… Es como vernos a nosotros/as mismos/as en uno de esos espejos que aumenta todo. El lenguaje: ¡les sale tan natural el inclusivo! La diversidad: les es básico lo que para nosotros era “progre”. El trabajo debe ser un espacio que los motive, divierta y contenga, por igual. Nosotros/as lidiamos con jefes maltratadores y/o discriminadores o machistas (que no se auto percibían así) y ahora tenemos que ser psicólogos/as, amigues, coaches y líderes inspiradores… ¡all in one! Y, la verdad, no sabemos cómo.
Antes, poder tomar mate era un logro, ahora tenemos que tener snaks saludables y que el papel sea reciclable. ¿Es mucho?
Esa es la pregunta que me resuena una y otra vez… ¿Es mucho pedir y exigir que el ambiente de trabajo sea un espacio en el que todos, todas y todes nos sintamos a gusto, donde se puedan expresar las necesidades y preferencias sin prejuicios, en el que la empatía y la escucha sean centrales? ¿Acaso pedir motivación y acompañamiento es muy desquiciado? ¿Sentir que podemos hacer y ser la diferencia en el cuidado del medio ambiente incluso en el trabajo es muy loco?

Ay!!! ¡Qué locura esta de crecer y envejecer! Nunca dejamos de aprender. Las nuevas generaciones vienen a enseñarnos que no éramos tan revolucionarios como pensábamos y que aún hay mucho para trabajar para crear un mundo laboral realmente inclusivo; que la sustantabilidad no es “cosa de un departamento” o solo algo de grandes empresas, sino un tema que nos involucra a todos.
Vienen a decirnos que podemos y debemos tener ambientes laborales dinámicos, divertidos, motivadores y productivos. Que podemos ser líderes y escuchar y acompañar.

Pero, ojo, nosotros/as, como antes hicieron las generaciones anteriores, también podemos enseñarles mucho. Podemos recordarles que hay que cuidar y valorar los logros que hemos obtenido. Que la comunicación de las emociones es vital y hay que aprender a hacerla con adecuación al contexto. Que podemos escucharnos y no concordar. Que la exigencia, en su justa medida, es una invitación a superarnos y que eso es muy positivo. Que la frustración no siempre es mala y que, de hecho, es prima hermana de la motivación, si sabemos capitalizarla.

Los encuentros generacionales siempre nos desafían, nos invitan a repensarnos y a seguir creciendo. Valorémoslos y motivemos estos regalos que la vida laboral nos da para seguir adelante desarrollándonos y ayudando a otres en su camino.

Lic. y Coach Karen Strauss

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