“Sí, obvio, contame”, “Soy todo oídos” son algunas de las muchas frases que usamos a diario para comunicarle a la otra persona mi disposición a escucharla.
Sin embargo, ¿qué te digo, por lo general, cuando te digo esto? Te digo algo así como:
“Me vas a ver en postura física de escucha, con suerte, si no tengo un distractor muy fuerte. Mientras vos hables, mi cerebro estará decodificando los sonidos, lenguaje paralingüístico, gestual y postural y linkeándolo con mi experiencia pasada para tratar de entenderlo. Por eso, mientras vos hables, yo estaré pensando en situaciones similares, personas a las que vos o tu narración me recuerden, estaré respondiendo a nivel hormonal a ello, estaré juzgando y evaluando lo que me contás a partir de mis sesgos y buscando confirmar mis valores y miradas sobre el mundo, sobre vos y especialmente sobre mí… No me juzgues, no puedo evitarlo. También, estaré contándome una historia de por qué te pasó o te pasa tal cosa, estaré pensando si vale la pena y quiero o no seguir escuchándote y sopesaré el tiempo invertido en vos en relación a las actividades pendientes que tengo o deseo hacer y, con todo eso, básicamente, estaré construyendo una respuesta.
Insisto, no me juzgues, soy un/a oyente nada o poco entrenado. En la escuela y en casa solo me enseñaron que para escuchar debía no hablar. No puedo, no sé cómo escuchar distinto. Vos sos una excusa para escucharme y pensarme. Te escucho desde donde me sale y puedo. No soy malo/a, egoísta o mal intencionado/a… nunca me enseñaron a escuchar distinto, nunca aprendí, posiblemente ni siguiera sepa que puede haber otro tipo de escucha.”
Escuchar a la otra persona, la mayoría de las veces es una excusa para pensar(nos), reforzar o repensar ideas y valores. Cuando te escucho, paradójicamente, me encuentro conmigo, con tus palabras me invitás a escucharme.
Pero, hay otra escucha, una que solamente se logra con mucho entrenamiento, práctica, disciplina y valor… Una escucha que solo es posible bajándole el volumen o la intensidad al YO y volcándose en el VOS.
¿Cómo se hace? De esas recetas vas a encontrar muchísimas en Internet, se conoce como escucha activa, respetuosa o generosa. Estas herramientas nos permiten comenzar el camino de prácticas de mejor escucha. Sin embargo, después de mucho explicar estos temas he llegado a la conclusión de que, si queremos escuchar a los demás, más allá de sumar ciertas herramientas prácticas, primero debemos habernos escuchado y cuestionado mucho, muchísimo a nosotros/as mismos/as y tener ese hábito en el día a día.
Si quiero escucharte, a vos, realmente, debo elegirte por sobre mí, entenderte en tu otredad por sobre mi estar siendo y valorarte tanto o más de lo que me valoro a mí mismo/a durante ese ratito que dura mi escucha. Debo permitirme no buscar soluciones, ni relaciones, ni valoraciones…. Solo escucharte en tu transitar… ¡Qué desafiante!
Escuchar, entonces, en la mayoría de los casos es una hermosa excusa para entender mi manera de estar pensando y sintiendo, mis juicios y sesgos. Por eso…cuando alguien te venga a contar algo, agradécele…te está dando una hermosa oportunidad para conocerte y escucharte.
La escucha es una de las habilidades socialmente menos practicadas y más necesitadas. Ser capaces de bajar la intensidad de los pensamientos, juicios, sesgos y permitirse el espacio de vulnerabilidad de ver en la otra persona un mundo de pensares y sentires divergentes al mío es tal vez una de las acciones más valientes e incómodas a las que nos enfrentamos en el desafiante camino de crecer como seres humanos y como sociedad.
Ahora te pregunto… ¿qué escuchaste de todo esto que acabás de leer? 😉
Lic. y Coach Karen Strauss